20 junio 2014

El (inolvidable) encuentro con el búho chico

Todavía era muy temprano cuando salimos de Madrid para iniciar una gran excursión en busca de un ave muy esquiva y poco conocida, la cual yo nunca había visto: el búho chico. Yo tenía bastantes dudas de si lo veríamos, porque no deja de ser todo un mito de los bosques de coníferas. En cualquier caso, allí que nos plantamos a probar suerte, y empezamos a rastrear la zona en busca del famoso búho:

Nada más llegar, un verdecillo (Serinus serinus) cantaba en lo alto de una rama seca con las arizónicas al fondo

Y de repente según íbamos andando me encuentro que mi amigo Roberto se ha parado en seco y me dice "El búho, ¡el búho!" y señala a unos árboles... yo miraba y miraba pero no se veía nada: "¿Donde está, donde?", preguntaba. "Justo aquí, en el primero" ¡Madre mía! ¡Yo miraba a unos 10 metros y resulta que el bicho estaba en el primer árbol, justo delante! Estaba tan camuflado que podría haber pasado cien veces por delante y no haberlo visto:

Pero ahí estaba el búho chico (Asio otus), camuflado como un tronco, y sólo le revelaban sus ojos naranjas... nos miraba fijamente para tenernos controlados, y yo pensaba que al estar tan cerca echaría a volar aterrado

Nada más lejos de la realidad: tanto que vi cómo poco a poco empezaba a cerrar los ojos y entrar en una especie de siesta... en realidad cerrar los ojos es más que eso, pues es una forma de que los depredadores (o en este caso, nosotros) no les detecten, al no ser visibles sus ojos brillantes

Visto que estaba bastante tranquilo, nos recolocamos a la derecha para tener un ángulo más limpio, sin tantas ramas... cuando nos movíamos, nos seguía con la cabeza y entreabría los ojos para tenernos controlados, pero de momento todo marchaba bien

Aprovechando lo cerca que lo teníamos, aproveché para hacer fotos de distintos detalles del búho: aquí puedes ver las tremendas garras que tantos animales habrán cazado...

Puede parecer sorprendente que el búho siguiera pensando que no lo veíamos, ¡pero cuando pones el zoom al mínimo, te das cuenta de que verdaderamente pasa desaprecibido entre tanta rama!

En inglés, al búho chico se le llama "long-eared owl", o "búho de orejas alargadas"... ¡no está desencaminado! Los penachos son muy característicos, y en realidad no son orejas: se cree que su utilidad es para romper la silueta de la cabeza cuando se camufla como aquí

Entonces Roberto se levantó y retrocedió lentamente para tener una mejor perspectiva: aquí puedes ver cómo el búho le siguió lentamente con la mirada y entreabría los ojos no vaya a ser que nos acercáramos demasiado...

¡Desde este nuevo ángulo sí que teníamos una visión totalmente despejada! Además el fondo era el más bonito, y con la luz del amanecer dando por el lateral, aquello parecía una postal: ¡no nos lo podíamos creer!

La verdad es que los búhos hacen bien al cerrar los ojos para que no se les vea: ¡hay que ver cómo brillan! Y con esa luz, eran tan tan brillantes que se podía ver el naranja del iris ¡a través del párpado!

Ahora el ángulo nos permitía verlo de perfil, donde se aprecia lo alargado que es su cuerpo, ideal para hacerse pasar por un tronco

Y de repente, cuando ya estábamos a punto de irnos, "¡Crack!". Me imagino que fue una ramita que pisamos, o cualquier otro ruido... pero de repente veo cómo nos mira directamente...

... y abre los ojos. Me quedé completamente inmóvil, y a pesar de estarlo viendo a través del visor de la cámara, me dejó impactado. Esos ojos, abiertos al máximo, naranjas y negros, mirándote fijamente... ¡buf, impresiona! 

Lógicamente, visto que había despertado del todo, no dudamos en retroceder con movimientos lentos y alejarnos: aquí ves cómo nos seguía con la mirada según nos íbamos yendo

Y pasado el susto, allí se quedó nuestro búho chico, en su rama para pasar la mañana: a veces, las mejores fotos no son los primeros planos sino las tomas en las que se ve el paisaje en que vive el animal: ¡aunque en este caso al animal cuesta encontrarlo!

Seguimos en silencio hasta estar lo suficientemente lejos, y entonces fue cuando empezamos a comentar lo increíble que había sido, no dábamos crédito de lo que acabábamos de ver. Sin duda, el animal había confiado enormemente en su camuflaje, pero también era un individuo muy tranquilo: como están en una zona donde no se les hace daño, se han acostumbrado a que los humanos no son una amenaza y no huyen despavoridos a la primer señal de personas: ¡si cuidamos a los animales salvajes y no les perseguimos ni amenazamos, seguro que podemos disfrutar de escenas como ésta más habitualmente!

07 junio 2014

Más habitantes de El Bercial

Continuaba la mañana en la finca ornitológica de El Bercial, y el siguiente lugar al que fuimos fue un cómodo hide situado en un bebedero-comedero en plena dehesa... ¡nada más cerrar la puerta, ya estaban los primeros rabilargos!

La mañana estaba ya bastante avanzada y por eso los rabilargos (Cyanopica cyanus cooki) apenas tenían hambre de haber comido todo el día

 Pero no pienses que por ser un comedero las aves sólo se alimentan de esa comida: como cazadores innatos que son, siempre están cogiendo algún bichito para cambiar el sabor: los rabilargos, al igual que todas las aves, tienen también gustos para los alimentos: ¡y no debe haber nada más rico que un buen saltamontes!

Este hide era muy grande, algo más que el del primillar, y me estaba moviendo todo el rato para tener otros ángulos. Los posaderos con líquen y el fondo de la dehesa permiten hacer fotos muy bonitas

¡ Y como el bebedero está casi pegado del hide, también se pueden hacer primerísimos primeros planos!

 A veces, cuando vas a un hide sólo piensas en hacer imágenes del animal con el máximo zoom... pero como están tan cerca, si quitas zoom puedes obtener fotos en las que se ve al ave en primer plano y el ambiente de fondo: aquí ves al rabilargo con la dehesa mediterránea en la que vive

Son de las aves más inteligentes de Europa, como buenos córvidos que son, y un ejemplo es que en algunas poblaciones que eran especialmente afectadas por parasitismos de cucos en el nido, aprendieron a identificar los huevos de los intrusos para echarlos del nido cuando había ido el cuco a ponerlos

Y de hecho, cuando ven a otro córvido se vuelven locos... esta urraca apareció para intentar beber y menudo viaje le metieron, las continuas pasadas y gritos que le daban hicieron que se tuviera que ir por donde vino

Otro de sus posaderos, con un fondo más verde, en la entrada al bebedero: ¡no me extraña que tuvieran sed con el calor que hacía fuera! Menos mal que en el interior del hide se estaba la mar de bien, jejeje

Y para despedir la breve sesión de hide nos visitó una pareja de alcaudones comunes (Lanius senator), que no se posaron muy cerca y sólo pude pillar por los pelos: desde luego que la densidad de animales es enorme, y seguro que cada vez más y más especies irán descubriendo el sitio

Como ya era la hora de comer, el siguiente destino iba a ser el hide-observatorio de la laguna de El Bercial. Es sin duda el mejor observatorio en el que he estado, pues tiene casi 70 m2 de superficie y desde él pudimos ver multitud de aves acuáticas con el telescopio. Entre ellas, un nido de somormujos con los somormujos chapoteando alrededor, los vuelos del aguilucho lagunero, mi primera garza imperial (pescando, menudo show) y hasta una garcilla cangrejera. Entre tanto bicho, el momento extraño del día vino cuando estábamos hablando de las golondrinas dáuricas y... 

 -Flop flop flop- Uy, ¿qué es eso que aletea? ¡Si suena dentro del observatorio! 
Y a nuestros pies vemos... ¡una golondrina dáurica (Hirundo daurica)! No me lo podía creer, menuda coincidencia: debía haberse colado por una de las ventanitas de observación que habíamos abierto, pero en cuanto me tumbé para hacerle alguna foto decente (no me llegó a dar tiempo), echó a volar y a buscar la salida: rápidamente le abrí la puerta para que saliera y allí que se fue, menudo alivio que volviera a volar libre... ¡y menuda sorpresa nos llevamos!

 Y ya pasada la comida, mientras veíamos la garza imperial pescando, vino a visitar la laguna una de las grandes especialidades de El Bercial, el elanio azul (Elanus caeruleus), un juvenil que estuvo unos minutos tranquilamente posado en un pequeño chopo

Y aquí puedes ver a este bicho tan chulo en movimiento, el momento en que despegó para volar a otro lado, ¡la verdad es que es un animal que visto de cerca impresiona!

Y para terminar la tarde, llegó el momento que de verdad nos había traído a El Bercial: ¡la visita al hide de los abejarucos! Como ya sabéis, los abejarucos son mi debilidad particular, pero nunca había podido disfrutarlos en condiciones desde un hide, solamente encuentros puntuales... ¡vaya ganas les tenía! Por desgracia, justo esa tarde tuvieron el día tontorrón y nada, que no se posaban: ¡hay que recordar que son animales salvajes y son impredecibles! Un hide no es un zoo, y cuando ya quedaban pocos minutos de luz, se posó uno a unos 3 metros, me quedé inmóvil y tuve tiempo de sacarle dos fotos antes de que volara...

... fue lo justo como para no irme de vacío, aunque ya tengo excusa para volver, jejeje. Pero sin duda esos segundos de tener a un abejaruco (Merops apiaster) tan cerca y poder disfrutar esos colores fueron inolvidables. ¡Es que son preciosos!

Y ya de noche tocaba volver para Madrid, pero había sido un día tremendo que espero repetir cuanto antes y una conclusión quedó clara: ¡hay que volver!