02 septiembre 2015

¡De vuelta en Botswana!

Era la mañana del 5 de agosto, ¡y yo estaba hecho un hatajo de nervios! Y es que estaba en un pequeño avión sobrevolando el desierto del Kalahari en dirección a Maun, una hermosa ciudad en el norte de Botswana... y era además la ciudad desde la cual iba a comenzar un safari de 10 dias ¡que resultarían ser de los mejores 10 dias de mi vida! 

Entre las infinitas arenas del Kalahari comencé a ver los primeros rios y meandros: estábamos entrando al delta del Okavango, y no tardaron en verse los primeros edificios... ¡ya habíamos llegado a Maun!


Acababa de aterrizar el avión y yo ya miraba los árboles del aeropuerto en busca de los primeros pajarillos del viaje... por suerte, íbamos a dejar las maletas al hotel y a encontrarnos con los amigos de la Elephant Trails Safari Co. Yo me frotaba las manos porque imaginaba que el hotel iba a ser un hervidero de animales.
¡Estaba en África y estaba donde tantas veces había soñado volver!

¡No me equivocaba, aquello era un festín de bichos! El primero en salir a recibirme fue el sagaz cálao gris (Tockus nasatus), acompañado de todo tipo de pájaros, ardillas, mangostas... a lo largo de estas entradas me centraré en enseñaros las aves de Botswana porque son de lo más desconocido de la fauna africana. ¡Pero si vas de safari a Botswana, "expect the unexpected": lo único que puedes esperar es lo inesperado!

Iba paseando por los jardines cuando me fijé que alguien me miraba desde una rama: era el drongo de cola ahorquillada (Dicrurus adsimillis), un pequeño pájaro que es mucho más de lo que aparenta... 

...y es que detrás de esos ojos rojos se esconde una inteligencia sin igual. El drongo es famoso por hacer de vigía para los suricatas en el Kalahari. ¡Pero no siempre es honesto! Cuando el hambre aprieta, espera a que los suricatas hayan cazado algún insecto y entonces imita el grito de un águila para que éstos huyan dejando atrás el insecto y comérselo él. ¡Pero cuando ésto falla, lo que hace es imitar el grito de alarma de los propios suricatas! Con eso, todos los suricatas huyen a esconderse y él se lleva el insecto una vez más: ¡no quisiera ser yo un suricata en manos del drongo!

Y además de ser un prodigio de la inteligencia, es un modelo perfecto para fotografía... hay que ver cómo posó éste, a menos de dos metros y con todo el plumaje brillando al sol del atardecer. ¿Qué más se puede pedir?

 Seguía yo dando mi paseo por el jardín cuando escuché el parloteo inconfundible de los babblers. Los babblers (o "parlanchines") son parientes lejanos de los mirlos que tenemos en España, pero mucho más gregarios. Éste en particular es un arrow-marked babbler (Turdoides jardineii), y no posó mucho tiempo: ¡tuvo que echar a volar porque se le escapaba su bandada! 

De repente, me fijé que entre la espesura de un árbol había una extraña masa marrón...
¡Si no lo veo no lo creo! Eran 4 babblers de obispillo blanco (Turdoides hartlaubi) en un aseo mutuo... es un hábito que está descrito, pero yo desde luego nunca lo había visto en esta especie. "¿Aguantarán si me acerco un poco?"

¡Y tanto que aguantaron! Estaban a lo suyo limpiándose las plumas, y puedes apreciar cómo, a pesar de ser los 4 adultos, unos parecen más pequeños que otros solo con encoger o inflar las plumas. El de la derecha enseña claramente el obispillo blanco que le da nombre, pero no estaba muy fotogénico al esconder la cabeza. "Ojalá se girara y tuviera la foto de los 4 mirando", pensé

Y de repente se giró enseñando su ojo rojo y desplegó la cola, cerrando así un hermoso encuadre justo antes de "disolver la reunión" y despegar para seguir buscando comida... hasta la próxima sesión de desparasitamiento.

Lo bueno de este hotel es que está justo en frente del rio Thamalakane, uno de los muchos canales en los que se divide el Okavango. Y pasear por la orilla es una auténtica delicia: los tejedores dorados de Holub (Ploceus xanthops) son como faroles amarillos entre el verde de la densa vegetación

En la orilla se forma una pequeña llanura donde los estorninos del Cabo (Lamprotornis nitens) bajan a comer, enseñando su plumaje reflectante y su ojo naranja

Pero en la llanura se acaba de posar otro vecino del río... éstos impresionantes colores pertenecen a la avefría herrera (Vanellus armatus). Estas aguerridas aves son realmente fieras y atacan a todo lo que ven cerca de su territorio (desde halcones hasta todoterrenos, como pudimos comprobar). En cuanto la vi aterrizar me tumbé para pillarla a ras de suelo...

La luz era ideal y sus colores contrastaban de maravilla... ¡pero ella tenía otras intenciones! Se emepeñaba en picotear el suelo sin mirar a cámara. Pero por suerte se iba acercando paso a paso hacia mí...

Y cuando estaba a apenas 6 metros, se paró, levantó la cabeza ¡y me ofreció una sesión fotográfica totalmente inesperada! Eso es lo verdaderamente bello de visitar África: los animales te ven, saben que estas ahì... y les da igual. Aquí en España para hacer una foto así a un avefría tendrías que pasar horas y horas en un hide y confiar en que la avefría ni sospechara que estás ahí...

Pero el Thamalakane también es el hogar de imponentes depredadores: el grito inolvidable del pigargo vocinglero (Haliaeetus vocifer) te recuerda que estás de vuelta en el Delta... y que tienes que mirar alrededor en busca de la más hermosa de las águilas. Cuando ésta nos sobrevoló elegantemente no te dabas cuenta hasta que levantaba alas de que...

...¡acababa de pescar una perca y la llevaba todavía goteando!
En el Okavango, no hay un momento de descanso

 Va cayendo la tarde en este pequeño rincón del Thamalakane, y después de hacer una breve pausa para tomar una coca cola en el bar del hotel, allá que volví a ver quién se acercaba al río al atardecer

Las jacanas (Actophilornis africana) dan vida a todos los ríos, lagunas y arroyos del Okavango. Sorprendentemente, en la época de cría es la hembra la que dispone de un harén de machos, y una vez ha puesto los huevos, es el macho el que se encarga de criar a los pollitos. 

Y con las últimas luces del dia, apareció caminando por la orilla el precioso ibis sagrado (Threskiornis aethiopicus). Hace miles de años, los egipcios ya se dieron cuenta de lo peculiar de este animal ¡y lo veneraban como mensajero de los dioses! De ahí que Toth, el dios de la sabiduría, se representa como un hombre con la cabeza de un ibis 

 Y para mi agrado, el ibis se paseó delante de mi objetivo para ofrecerme el final perfecto de un dia perfecto.

¡Y el viaje acababa de comenzar! Por suerte, en estos jardines habitan muchas más especies de aves, especies tímidas que suelen escapar a la vista según paseas. Hace falta algo más para fotografiarlas, pero por suerte este hotel de Maun está bien preparado... ¡el desenlace en la parte II de esta entrada!

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